miércoles, 24 de septiembre de 2008

Claváte un bifacho bien argento


Para mí las cosas son, hasta que se terminan. O todos somos buenos muchachos hasta que dejamos de serlo. O es un chanta, pero gran tipo.
Todo esto --comprendí—significa ser argentino. Estos son ejemplos de la pragmática argentina. Alguna vez, un libro del respetable economista argentino Aldo Ferrer se llamó “Vivir con lo nuestro”. Era imposible que un argentino cumpliera ese precepto. El problema para vivir con lo nuestro es decidir primero qué es lo nuestro. Y si lo nuestro es el pragmatismo económico, filosófico, moral, entonces “vivir con lo nuestro” es apenas una redundancia, una recomendación poco renovadora: recomienda convivir con la idea ya decididamente aceptada de que somos la mejor basura del universo.
Esto empezó así:
En la esquina nordeste de 24 de Noviembre y Belgrano, y supongo que en otras, apareció un cartel que dice: “Clavate un BK argento”. BK, fácil es deducirlo para quien no lo sabe, significa Burger King, esto, porque el cartel es de Burger King.
Lo llamativo no era la apropiación publicitaria del nuevo caló porteño. Eso no sería novedad, debe haber ocurrido mil veces. Lo que me llamó la atención fue que en la frase campeaba cierta ostentación. Y la ostentación no era de la empresa avisadora sino del léxico mismo. Clavarse es comerse o tomarse algo. La ostentación, hasta aquí, era debida al hecho de que ese término del nuevo lunfardo se repite con algo de ironía expropiatoria alrededor de las mesas de Palermo Viejo. Argento es otra cosa. El rastreo etimológico se detiene en ese punto geográfico precisamente. No llega al bajofondo.
El problema es el sentido… Me daba vueltas que argento apela a algún modo de imaginar la Argentina en Nueva York. Y de asumir la Argentina como burdo arrabal mundial. De pronto apareció la clave: paso por la puerta del colegio secundario que está a la vuelta de casa y veo a un chico que se sube a una bicicleta. Usa un buzo canguro bien trajinado. Ni el colegio ni el chico están o son de Palermo. El chico se ha puesto la capucha del canguro sobre su gorra de béisbol. Es un personaje entonces de Manhattan o del Bronx, da lo mismo: reflejo de una globalización que funde marginalidad y clase media.
Digan lo que quieran, pero la mejor forma de llamar lo argentino es decirle argentino.

Jorge Aulicino



En la imagen, apreciamos a un minúsculo grupo de argentos degustando sabrosos manjares. Después de todo, y como no podía ser de otra manera, como buenos argentos que somos, necesariamente teníamos que consumir la mejor basura del universo

martes, 16 de septiembre de 2008

Una especie de contradicción

Esta mañana saliendo a la calle
sufrí una especie de contradicción:
había lo de siempre,
autos en la gente, gentes en los
/autos,
Bocinas, voces, aullidos
/entrecortados,
basuras inexplicables al borde de
/la acera, el cielo
se destruía en medio
/de los edificios:
el olor en crudo de la existencia
/en movimiento
su malvada música general.
De manera que no encontré
/razón alguna
para moverme de la puerta,
/me creí
el único libre en la aldea máxima.
Sin embargo caminé
y llegué a la esquina más próxima,
después a la otra y a la otra,
/a la otra y a la otra
hasta que perdí mi libertad
/y el proyecto que llevaba
y ni pude salvar mi propia música.

Joaquín Giannuzzi (1924 - 2004) [Revista Ñ, Nº 259, Sábado 13 de Septiembre de 2008, pág. 21]