sábado, 18 de abril de 2009
Un perro que había estado persiguiendo su propia cola abandonó la caza y se puso a reposar, encogido. En su nueva postura, descubrió que su cola estaba al alcance de sus dientes. La mordió con avidez, pero la soltó de inmediato, respingando de dolor.
--Después de todo -dijo-, hay más alegría en la persecución que en la posesión.
[Ambrose Bierce. 1842 - 1914]
Y cuando la serpiente ya muerda su cola
Finalmente entenderá cuán necia ha sido
Y mientras se tiente ya cuerda entre olas
Nuevamente volverá pues jamás se ha ido
cæteris paribus
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