miércoles, 26 de noviembre de 2008

Biblioclastía: Breve Historia de cegueras y complicidades


“Allí donde queman libros, acaban quemando hombres”. La frase pronunciada por uno de los personajes de Almanzor, la tragedia escrita por el poeta alemán Heinrich Heine en 1923, anticipó la quema de miles de textos que, diez años más tarde, realizarían los nazis. Pese a tratarse de una práctica que tuvo lugar a lo largo de la historia en numerosas culturas, la palabra biblioclastía con la que se designa la destrucción masiva de libros, no figura en el diccionario de la Real Academia.
“El 60 % de los desastres bibliográficos en el mundo han sido intencionales. No eran bárbaros, ignorantes o gente inculta los mayores quemadores de libros, sino intelectuales que han estado detrás de las grandes dictaduras. ¿Por qué Borges hizo silencio cuando quemaron un millón y medio de libros en el baldío de Sarandí?” se pregunta el investigador venezolano Fernando Báez en Historia de la Destrucción de Libros.
Báez, titular de la Biblioteca Nacional de su país, alude así a la fogata en la que, en junio de 1980, ardieron toneladas de ejemplares del Centro Editor de América Latina (CEAL), junto al depósito que la editorial tenía en el conurbano…

[Revista Ñ, Nº 269, Sábado 22 de Noviembre de 2008, pág. 13]


Borges hizo silencio simplemente porque él, no vio nada...

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