miércoles, 19 de noviembre de 2008

laberínticamente


“…Las bibliotecas, ya sea la mía o las que comparto con una mayor cantidad de lectores, siempre me han parecido lugares gratamente disparatados, y hasta donde alcanza mi memoria, siempre me ha seducido su lógica laberíntica, la cual sugiere que la razón (…) gobierna una acumulación cacofónica de libros. Siento el placer de la aventura cuando me pierdo entre estantes atestados de volúmenes con la seguridad supersticiosa de que una jerarquía de letras o de números me conducirá algún día al destino prometido. Durante largo tiempo los libros han sido instrumentos de las artes adivinatorias (…) El amor a las bibliotecas, como la mayor parte de los amores, hay que aprenderlo. El que entra por primera vez en una habitación hecha de libros no puede saber instintivamente cómo comportarse, qué se espera de él, qué se promete, qué se permite. Puede verse dominado por el horror –a la acumulación o la magnitud, al silencio, a la admonición burlona de que es mucho lo que ignora, a la vigilancia…”

(Alberto Manguel, La Biblioteca De Noche)

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